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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: 'La tempesta di mare' de Vivaldi

Vivaldi. Imitado, criticado, admirado, repudiado, aplaudido, abandonado. El músico veneciano, que como saben ejerció de sacerdote, fue también un empresario musical de éxito (muchos artistas le salían a muy buen precio pues procedían del Hospedale della Pietá, donde él ensayaba sus obras), ganó dinero, causó escándalo por su relación con una cantante y fue a morir pobre y solo en Viena, adonde se había dirigido pensando que allí repetiría su éxito veneciano pero a una escala superior dada la dimensión de la capital austriaca. Ya saben que Stravinski se burló de él diciendo que había escrito cien o mil veces el mismo concierto. Por supuesto no es cierto. Vivaldi tuvo la virtud de crear un estilo propio, un lenguaje refinado, de gran colorido instrumental, que explota al máximo las posibilidades técnicas conocidas en su época. Sin sus juegos no se entienden muchas cosas del clasicismo que llegará poco después de su muerte. Y aunque Bach nos parece más profundo, más espiritual, no debemos olvidar que admiraba profundamente la obra de su colega italiano. Por algo sería.

La tempesta di mare es un concierto para flauta de fecha no del todo precisa pero más o menos de la época, año arriba año abajo, de Las cuatro estaciones. Como en esta última obra, Vivaldi juega a imitar a la naturaleza (algo muy común en el barroco), en este caso una tormenta marina. Escuchen esta versión, que ya tiene sus años, con James Galway como solista y Claudio Scimone dirigiendo a I Solisti Veneti con bellas imágenes de la ciudad de los canales de fondo.