En este mismo blog hemos hablado de la conveniencia de tener ministros y consejeros de Cultura que al menos no rompan nada. Con frecuencia es a lo máximo a lo que se puede aspirar. La ministra Carmen Calvo, que el lunes será relevada por César Antonio Molina, pasará a la historia como la titular de la cartera que ha acudido a más actos públicos. Hasta demasiados. Y pasará también a la historia por su afición a pisar charcos. Desde cuando dijo que bajaría el IVA a los discos, y no podía hacerlo, hasta su nefasta gestión del asunto de los papeles de Salamanca (dejó que se pudriera el tema), su desacuerdo con las cadenas de televisión para la cuota destinada al cine… En fin, una larga lista de despropósitos en una cartera de muy escasas competencias. Zapatero ha reconocido que estaba quemada y la ha cambiado. Su error ha sido tardar tanto en hacerlo.
Y en cuanto a César Antonio Molina, llega avalado por una buena gestión al frente del Instituto Cervantes. Aunque apenas tiene tiempo para hacer nada.