El inimitable Gonzalo de Las Heras me acaba de regalar ‘Houdini, el Rey de las esposas’, un fantástico cómic editado por Astiberri y basado en un pequeño momento de la carrera del escapista más famoso de todos los tiempos. Es una gozada la capacidad de síntesis que muestran las autores porque con un sólo episodio -el salto esposado desde un puente de Boston a un río a punto de congelarse- son capaces de resumir con elegancia la vida y el significado de Houdini.
Houdini, -cuyo nombre real era Erich Weisz- es una figura apasionante del siglo XX. Creo que, para bien y para mal, es uno de los responsables del mundo del espectáculo tal y como hoy lo conocemos. Inventó la mercadotecnia aplicada al ‘show business’ y elevó a los altares coletillas como la de «más difícil todavía». Houdini se devanaba los sesos para sorprender a sus espectadores cada vez que se abría el telón, en darles una dosis cada vez mayor de asombro y tensión. En ese afán no dudaba en rozar la muerte, en realizar desafíos en los que cada segundo podía ser el último. Ese concepto nos ha llevado al cine como gran espectáculo, al THX y a Lucas y Spielberg, pero también a Gran Hermano y a los ‘realitys’.
El psicoanalista Adam Phillips, escribió un ensayo titulado ‘La caja de Houdini’, publicado por Anagrama, en el que analiza la figura del ilusionista judío y las contradicciones de sus desafíos. Houdini representaba la paradoja de crear un espectáculo burgués basado en el desafío a la Ley y el Orden. Para ello demostraba que ninguna cárcel es segura; que se puede huir de cualquier calabozo; que las esposas más avanzadas no son capaces de atrapar a un hombre. Houdini creaba un espectáculo desde la delincuencia, en el que ridiculizaba a policías y jueces de la época. Y esa burla de las fuerzas de seguridad encandilaba al público de principios del siglo XX.
Hay un episodio curioso vinculado a Houdini. El escapista retó a los principales magos norteamericanos a que desarrollaron un juego ante sus ojos. El se comprometía a desentrañarlo sin ningún problema de un solo vistazo. Día tras día, prestidigitadores de todo tipo fueron humillados por el escapista. Sólo hubo una persona que consiguió vencer a Houdini: Fue Dai Vernon (en la foto) un maestro de las cartas que había aprendido su oficio de un enigmático tahúr. Una baraja fue suficiente para que volviera loco al escapista (Aquí tienen un excelente vídeo que recrea el momento). Sólo un estafador podía estafar a otro, lo que remacha esa tesis de la delincuencia como madre del espectáculo. Después de todo, nada funciona sin engaño.