Ángel González fue uno de los grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX, uno de los integrantes de la Generación del 50, en la que también forman o formaron autores como Caballero Bonald, Gamoneda, Valente, Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Brines, Hierro y Rodríguez, entre otros.
Estos días ha llegado a las librerías una nueva edición actualizada de la Antología poética que, realizada por el propio autor, se publicó en 1982 y ahora se ha completado con versos procedentes de Nada grave, la entrega que vio la luz de forma póstuma.
En este puñado de poemas están algunos que sonarán a cualquier lector por poco aficionado a la poesía que sea: Para que yo me llame Ángel González, Muerte en la tarde, Mientras tú existas, Discurso a los jóvenes, Inventario de lugares propicios al amor, Siempre lo que quieras y otros.
La poesía de González habla sobre todo del envejecimiento y el amor. Hay un leve toque de ironía y una melancolía discreta en sus versos, una resignación ante el paso del tiempo y un afán por dar valor solo a las cosas que realmente lo tienen. Lo dice en Epílogo, otro de sus poemas más célebres: «Me arrepiento de tanta inútil queja, /de tanta/ lamentación improcedente./ Son las reglas del juego inapelables/ y justifican toda, cualquier pérdida./ Ahora/ sólo lo inesperado o lo imposible/ podría hacerme llorar:/ una resurrección, ninguna muerte».
(Publicado en elcorreo.com)