Hace ya muchos años, tuve la oportunidad de entrevistar a Daniel Barenboim. Fue un domingo de julio, en Madrid. Él iba a dirigir un Wagner en el Teatro Real, hacía un día de calor tormentoso y la entrevista estuvo un poco fragmentada, entre un recorrido por los pasillos del teatro, el camerino y hasta el mismo vestíbulo de entrada del coliseo.
Recuerdo muchas cosas de aquella entrevista más allá de lo publicado (y esto incluye lo poco que le gustan las fotos al maestro). Una de las que más me llamó la atención se refiere a la actitud que debe mostrar un artista ante la obra que va a interpretar. Y me puso un ejemplo: si un violinista está tocando alguna obra de Paganini, con su sucesión inacabable de dificultades técnicas de nivel casi circense, debe mostrarse sonriente, como si no le costara interpretarla, porque esa aparente facilidad para superar todos los problemas que hay en la partitura es consustancial a la manera de abordarla. En cambio, dijo, si se trata de interpretar el concierto de Beethoven, no puede poner nunca esa cara de felicidad aunque no le resulte complicado tocarla, porque no es una partitura para asumirla de esa forma.
Pues aquí está la propuesta de este fin de semana: el Concierto para violín y orquesta de Beethoven. Les dejo todo un documento: la filmación del ensayo y la grabación posterior de la obra con una jovencísima Anne-Sophie Mutter y Herbert von Karajan en la dirección. Disfruten.