En los comienzos de su carrera literaria –y eso es decir anteayer, pues tiene solo 38 años–, Juan Gómez-Jurado publicó algunas novelas ambientadas en el entorno del Vaticano. Espía de Dios jugaba con el asesinato de dos cardenales justo cuando arrancaba el cónclave para la elección del sucesor de Juan Pablo II y Contrato con Dios trataba acerca de la búsqueda del Arca de la Alianza, de nuevo con agentes del Vaticano de por medio. Luego, el autor dio un giro hacia una novela de corte más bien histórico, con El emblema del traidor, que se situaba en la agitada Europa central de los años treinta, y La leyenda del ladrón, relato de la peripecia vital de un pícaro en la Sevilla del siglo XVI. Un denominador común en lo argumental unía esas cuatro novelas: la aventura. Y otro estilístico: la eficacia de una narración muy visual que discurre a gran velocidad.
En El paciente, publicada en 2014, Gómez-Jurado se fue a EE UU para contar una historia de alto riesgo: el presidente ha de ser operado del corazón y el cirujano que va a hacerlo se encuentra con que secuestran a su hija y el precio por recuperarla con vida es que el inquilino de la Casa Blanca muera durante la intervención. En Cicatriz, Gómez-Jurado sigue en EE UU. Ahora, un joven informático ya en la treintena está a punto de hacerse millonario pero debe perfeccionar un sistema de reconocimiento de imágenes mediante una aplicación. Una multinacional le ha ofrecido la operación que lo hará inmensamente rico pero las condiciones hasta ese momento son de una dureza singular. En plena carrera contra el reloj, el protagonista, que tiene una notable incapacidad para relacionarse con la gente –sobre todo con mujeres de su edad– conoce a través de una web que selecciona a jóvenes del Este de Europa con aspiraciones de situarse en Occidente a una chica ucraniana que tiene una leve cicatriz en la cara. El informático se enamora de ella, que se va a vivir a Chicago con planes de boda para ambos.
El problema es que la chica tiene un pasado oscuro en el que el informático se ve implicado. Y no se puede contar más para no desvelar aspectos de la trama que el lector debe ir conociendo. Gómez-Jurado construye otra novela en la que a partir de estereotipos de personajes y situaciones que ya han sido tratados en la literatura y el cine –un hermano del protagonista tiene síndrome Down, una circunstancia también presente en la serie Sin identidad, por citar solo un ejemplo– consigue enganchar por el vértigo de su narración. Con un ritmo muy cinematográfico, que va in crescendo hasta la apoteosis final, el autor crea una trama que envuelve al lector y lo obliga a seguir leyendo. Gómez-Jurado demuestra que puede ser tan americano como el más estadounidense de los escritores de best sellers. Sus libros esperan una versión cinematográfica que a buen seguro van a tener.
(Publicado en elcorreo.com)