Estos días aparece en las librerías alemanas un volumen que no es precisamente una novedad pero que ha sido acogido con una expectación superior a lo último del más célebre de los novelistas. Se trata de Mein Kampf (Mi lucha) de Adolf Hitler, que ha quedado libre de derechos. Se ha realizado una edición crítica en la que distintos especialistas desmontan los argumentos y la falsedad de no pocos hechos citados por el autor para avalar sus ideas.
Como saben, Hitler empezó a escribir el libro mientras cumplía condena en la cárcel tras el fracasado intento de golpe de Múnich. El paso por prisión del futuro führer debió de ser bastante cómodo: recibía continuas visitas de sus admiradores y el régimen de su estancia era más próximo al de un hotel de medio pelo que al de una cárcel convencional. La primera edición salió a la calle el 18 de julio de 1925. Luego se publicó un segundo tomo. A partir de la llegada al poder de los nazis, a comienzos de 1933, se convirtió en un best seller, circunstancia a la que ayudó no poco que fuera prácticamente de lectura obligatoria y que se extendiera la costumbre de regalarlo a las parejas cuando contraían matrimonio. El resultado económico fue que Hitler se convirtió en millonario a cuenta de los derechos de autor, para que luego digan que no se puede vivir de la escritura.
Ironías aparte, entiendo, pero solo relativamente, los temores que en algunos ambientes ha suscitado la publicación de la obra en Alemania. ¿La razón? Que el libro es aburrido y confuso, la argumentación muestra una desconcertante debilidad, los hechos en los que se apoyan muchas ideas son tan manifiestamente falsos que dan risa y la opinión general que tiene el autor sobre la ciudadanía no puede ser más pobre. Dicho de otra manera: a mí me molesta que el autor de un libro me tome por tonto y trate de convencerme a base de seudorrazonamientos más simples que el mecanismo de un sonajero. Y encima, trufados de falsedades. Eso es exactamente lo que pasa una página sí y otra también en este libro.
Se preguntarán si lo he leído o hablo de oídas. Lo he leído. Tuve que hacerlo cuando preparaba mi tesis doctoral. Les aseguro que estaba deseando terminarlo porque me pareció insufrible. Si realmente hay muchos en Alemania que podrían ser convencidos por ese texto es que en aquel país tienen un problema. Grave.