Mozart tuvo una relación muy compleja con Viena: nunca quiso dejar la ciudad pese a que no siempre recibió bien su música. Incluso en algunos momentos, al final de su vida, le dio la espalda de la manera más dolorosa para él. Sin embargo, no lejos de allí, en Praga, todo eran triunfos y admiración. Valga un dato: cuando murió, poco después del pobre entierro al que casi nadie acudió, se celebró en la capital checa un funeral multitudinario por su alma.
No está claro si la sinfonía Nº 38 la compuso estando en Praga o no, pero allí la estrenó. Y la ciudad de Kafka y el golem la considera muy suya. Imposible extrañarse por ello: la obra es espléndida, una muestra más del genio incomensurable del salzburgués. Aquí se la dejo con una bella vista de la ciudad vieja desde la zona del castillo.