Un intérprete, no recuerdo cuál, me dijo una vez en una entrevista que Bach, Beethoven, Mozart y unos pocos compositores más son como el pan. Y otros (se refería aquí a Rachmaninov) son como el chocolate. El chocolate, añadió, tiene un sabor profundo y maravilloso, pero no podemos alimentarnos solo a base de cacao: nos hartaríamos y además sería malo para nuestra salud. En cambio, explicaba, podemos comer pan en todo momento sin correr el riesgo de padecer enfermedad alguna ni cansarnos.
Así que vamos hoy con una dosis de pan. Pan de primerísima calidad, hay que añadir. Se trata del aria más célebre de La flauta mágica: la de la Reina de la Noche. Esta ópera se estrenó en Viena, en un teatro popular, apenas dos meses antes de la muerte de Mozart. En aquel momento su salud flaqueaba y a ratos iba componiendo el célebre Réquiem. Los expertos siguen discutiendo sobre la simbología y los mensajes masónicos de esta ópera de argumento incomprensible (no pierdan el tiempo tratando de saber lo que sucede en cada escena, disfruten con la maravillosa música) con la que, al parecer, trataban de ayudarse económicamente un compositor arruinado y un empresario teatral, Schikaneder, al borde de la quiebra.
Les dejo la versión de Lucia Popp, por la que siento una debilidad especial. Otto Klemperer dirige la Philharmonia Orchestra. Se lo advierto: sobredosis de belleza.