Después de haber dedicado unos años a estudiar e interpretar la obra de Aita Donostia, Josu Okiñena ha vuelto sus ojos hacia Francia en el cambio del siglo XIX al XX, ese momento en que surge en el país una reacción ante la música germánica y los excesos del último Romanticismo. Y hay una figura que el intérprete donostiarra considera crucial en ese sentido: la de Erik Satie, ese compositor que se ganaba la vida como pianista en un cabaret, no recibió una sólida formación académica hasta pasados los 40 años y tiene en su biografía rasgos tan insólitos como que vivía en una especie de armario y llegó a fundar un movimiento religioso… del que fue su único miembro. Okiñena acaba de publicar el disco Erik Satie. Silence (sello Sony).
– Su álbum se presenta casi como una continuación natural del anterior dedicado a Donostia. ¿Por qué?
– Hay una conexión estética muy clara, que ya barrunté cuando estudiaba la obra de Aita Donostia y que él mismo desvela de alguna manera en la conferencia que pronuncia con motivo de la muerte de Erik Satie.
– García Márquez habló varias veces del “lirismo ascético” de Satie. ¿Está de acuerdo con ese juicio?
– Con el lirismo, sin duda. Lo del ascetismo puede entenderse inicialmente también, pero luego se descubre una carga de carnalidad muy fuerte. Creo que todo responde a su gran timidez. Sabemos muy poco de su vida y sus relaciones personales.
– En su obra no hay grandes contrastes en cuanto a intensidades y tiempos. ¿Eso es una dificultad para el intérprete?
– Hay muchos contrastes pero son, en efecto, de otro tipo. En sus piezas predomina el color. Por eso, él decía que había aprendido más de los pintores que de los músicos que lo rodeaban. Sus contrastes se mueven en la paleta de los colores pastel, en densidad sonora y texturas. En cuanto a la dificultad, es de tipo muy distinto a la que presenta Rachmaninov, por ejemplo. Aquí es la complejidad de la pincelada pequeña, del trazo mínimo.
– Fuera de Francia, la obra de Satie tiene poca proyección. ¿A qué se debe?
– A una perspectiva equivocada. Parece el músico del cabaret, de los “ismos”, de lo excéntrico. Pero sin quitar méritos a compositores tan grandes como Debussy y Ravel, él es el verdadero rompedor. De él aprenden ellos dos. Creo que no ha sido suficientemente reconocido y de ahí también que su obra haya tenido poca difusión.
– Así que no puede considerarse que su música sea inferior a la de esos compositores más otros coetáneos como Fauré, Saint-Saëns y algunos más, mejor conocidos.
– Para nada. Yo los veo al mismo nivel y además, como le decía, con el mérito de haber impulsado una música francesa con rasgos propios, al margen de la alemana. Puede también que la ausencia de una forma concreta de muchas de sus obras y la ironía que desprenden también haya ayudado a esa falta de difusión.
– En su tiempo, Satie era la viva imagen del excéntrico. ¿Condicionó eso su música?
– Creo que todo respondía a su afán por superar su tremenda timidez. Pero, al tiempo, generó una imagen de sí mismo que sirvió a otros para restar credibilidad a su obra. Decían que era música que se tocaba en cabarets y con eso ya estaba todo dicho. A mí me parece que hasta las piezas que compuso para el cabaret tienen mucha gracia, son extraordinarias. Él miraba mucho al mundo oriental, al exotismo; también a España, que en ese momento encarnaba lo exótico del sur de Europa.
– Luego están sus títulos. Nadie los ha puesto tan divertidos. O tan surrealistas, como Tres piezas en forma de pera, que para empezar son siete fragmentos.
– Les buscas sentido y no hay forma de hallarlo. Por eso antes hablaba de su sentido del humor y su ironía. Esos títulos lo emparentan con el surrealismo y el dadaísmo. Coge de cada corriente lo que le apetece y le da su sello personal.
– ¿Y después de Satie en qué trabajará Josu Okiñena?
– Voy a seguir en Francia y en esa misma época. Cuando profundizo en un tema siempre estudio la música de su tiempo para ver el contexto. Y el de Satie lo componen autores como Debussy y Ravel. Aún no lo tengo decidido del todo, pero andaré por ahí, seguramente en torno a Ravel.
(Publicado en Territorios de la Cultura)