Las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach están rodeadas de un aura de misterio. Sobre todo porque cada vez parece más improbable que la génesis de la obra sea como se ha contado durante mucho tiempo. Y porque hay investigadores que incluso dudan de que el Aria con la que arranca la partitura (y de la que se deriva una treintena de variaciones) sea de Bach.
Es muy probable que conozcan la preciosa historia que explicaba hasta no hace mucho cómo nació la obra: el compositor recibe un encargo del conde Keyserlingk. Se trata de una pieza destinada a ser interpretada por un clavicordista a su servicio, Johann Gottlieb Goldberg, y cuyo fin principal es amenizar sus largas noches de insomnio. Este teclista terminará dando nombre a la pieza. Se trata de un trabajo descomunal por su dimensión, que comienza con un aria de autoría no del todo aclarada.
A estas alturas, lo de menos es que nada o casi nada de esta historia sea cierto. Lo importante es que se trata de una de las obras más relevantes de un compositor que dejó un legado enorme (y pensar que se han perdido muchas de sus partituras…) y de una belleza sobrenatural.
Existen muchas versiones de esta obra. Hay quien la interpreta al clave y quien lo hace al piano. A mí me gusta más al piano. Y en ese instrumento, la grabación (o grabaciones) que se cita siempre es la de Glenn Gould. Pues bien, espero que me permitan alejarme del tópico, porque prefiero otras interpretaciones. Disfruten del Aria de las Variaciones Goldberg.