Espero que hoy me permitan una entrada más personal. Ayer murió Rafael Frühbeck de Burgos y creo que le debo un agradecimiento particular. No solo por lo bien que me atendió las dos veces que lo entrevisté, una en Bilbao hará más de diez años, y otra en Madrid, el pasado 23 de diciembre. Esta última entrevista estaba destinada a formar parte de la serie Toda una vida y se publicó el primer domingo de febrero. Lo encontré delgado, con la voz tomada por un resfriado, pero enérgico, con una chispa en la mirada que no hacía prever que estaba ya para entonces tocado por la enfermedad que lo ha llevado a la tumba. Hablaba de música con pasión, y recordaba mil anécdotas con la precisión de un historiador y el tono y el ritmo de un magnífico narrador oral. Unas semanas después estuvo dirigiendo en Vitoria y me contaron que había perdido mucho si se comparaba su aspecto en ese momento con las fotos que le habíamos hecho apenas un mes antes. Puede que la mía fuera la última entrevista larga que concedió.
El agradecimiento, como les decía, no es por eso. Es personal. Verán: mi afición a la música clásica viene de mis años de estudiante universitario, en la segunda mitad de los setenta. Yo entonces estaba en Madrid y, acompañado por unos pocos amigos, iba muchos domingos a los conciertos de la Orquesta Nacional en el Teatro Real, a unas localidades que los universitarios conseguíamos a precio muy bajo, en el anfiteatro y el paraíso. Frühbeck era el titular (o la mayor parte del tiempo, puesto que fue despedido de la orquesta el día de Navidad de 1978) y dirigía muchas veces. Era un director joven (tenía poco más de cuarenta años) y experimentado a la vez, enérgico y brillante, y la ONE sonaba muy bien cuando él estaba en el podio. Además, se empeñó en llevar como solistas invitados a muchos de los mejores que había en ese momento y a un puñado de jóvenes talentos que luego han dado mucho que hablar. Por allí pasaron los Achúcarro, Orozco, Ayo, Sánchez, Argerich, Pollini, Larrocha, Menuhin y unos cuantos más. Allí fuimos decantando nuestro gusto y ampliando nuestro conocimiento. Con Frühbeck se va algo de todos nosotros.