Hace un par de días se anunció de manera oficial que Daniel Barenboim creaba su propio sello discográfico, que se moverá en un ámbito solo digital, en colaboración con Universal Music. No es el primero que lo hace, ni mucho menos. Desde hace años, varias orquestas (la London Symphony es probablemente la que más ha explotado esta fórmula) editan sus grabaciones en sus propios sellos, o forman uno nuevo en asociación con una empresa ya existente con el único fin de distribuirlas. Es el caso de Helicon, producto de una operación conjunta entre el sello de ese mismo nombre y la Filarmónica de Israel, que tiene como objeto poner en el mercado grabaciones históricas de esta formación.
Y es el caso también de unos cuantos artistas, que se han lanzado a la aventura de ser sus propios productores. O para editar grabaciones nuevas o para volver a poner en el mercado viejos registros descatalogados o arrinconados por los sellos discográficos para los que los hicieron. Aquí entran Barenboim, un muy ilustre veterano, con una carrera discográfica de más de medio siglo a sus espaldas, y su sello Peral Music (Barenboim es peral en yiddish, precisamente), y jóvenes, como Judith Jáuregui, que acaba de grabar el segundo disco para su propio sello, Berli Music (Berli viene de libre, que también los nombres elegidos para los sellos tienen su lectura), que llegará a las tiendas a finales de año.
Por supuesto, hay más ejemplos. Pero al margen de que sean pocos o muchos, lo importante es que los artistas –con la colaboración de los grandes sellos o de distribuidoras, porque eso sigue siendo fundamental– quieren seguir poniendo en el mercado sus grabaciones. Eso es lo que tiene relevancia: grabaciones de calidad en todos los sentidos –artístico, por supuesto, pero también técnico–, con independencia del soporte. La música es la esencia. Y es bueno que se siga grabando, que los artistas lo hagan, aunque a veces tengan que asumir tareas de las que sus predecesores no se ocupaban.
P. S. Por cierto, que el logo de Peral Music lo ha diseñado Frank O. Gehry, premio Príncipe de Asturias de las Artes, creador del edificio del Guggenheim de Bilbao y amigo del pianista y director.