En la historia de la música clásica hay un puñado de compositores de enorme celebridad de los que cualquier persona, incluso no aficionada, puede citar alguna obra y reconocerla sin dificultad. Vivaldi es uno de ellos, sin duda alguna. Hasta los más reacios a la clásica han escuchado un montón de veces fragmentos de sus Cuatro estaciones, utilizadas en el cine y la publicidad hasta el hastío, y no siempre con buen gusto.
De Vivaldi dijo Stravinski que había compuesto mil veces el mismo concierto. Parece una crítica a un compositor muy prolífico. Muchos interpretan que el ruso quiso decir que se copiaba a sí mismo con profusión. Pero también se puede interpretar como que creó un estilo perfectamente identificable, una manera de hacer música que un aficionado no muy experto reconoce de inmediato. Si es así, parece un elogio más que una crítica. Qué más quiere un creador que su obra sea reconocida como suya por una amplia mayoría.
Pero, al margen de ese puñado de obras muy célebres, Vivaldi hizo mucha más música. Y numerosas partituras son de una gran belleza. Esta que se propongo hoy lo es de una manera muy especial. Se trata de un aria para una obra colectiva, Andromeda liberata. Un producto, este de las partituras creadas entre muchos autores, que es poco frecuente, pero del que existen unos cuantos ejemplos destacables. Esta aria se titula Sovente il sole y existen unas cuantas versiones a cargo de figuras indiscutibles. Puede que muchos de ustedes prefieran la de Cecilia Bartoli, pero, qué quieren que les diga, a mí me gusta más esta de Anne Sofie von Otter que les dejo, con Daniel Hope y la Orquesta de Cámara de Europa.
Son nueve minutos de una belleza tan pura que casi duele. Estoy seguro de que van a escucharla más de una vez. Disfruten.