Sergio Vila-Sanjuán ha publicado una recopilación de algunos de sus trabajos en La Vanguardia, el periódico para el que trabaja y de cuyo suplemento cultural es el máximo responsable. El título de su libro, que recoge catorce crónicas, es La cultura y la vida. Ahí están un paseo por el Bucarest de Mircea Eliade y una historia sobre Ferrer Guardia, entre otros trabajos repletos de información y contados con un magnífico sentido narrativo. En algunos incluso vemos el germen del novelista que Vila-Sanjuán ha llegado a ser. Con éxito, por cierto, porque ya saben ustedes que fue el ganador del último premio Nadal con Estaba en el aire.
Leyendo algunos de estos trabajos pensaba que quienes nos dedicamos a esto sabemos que el periodismo cultural no puede aspirar a la popularidad del deportivo, ni a relatar los acontecimientos que marcarán la Historia de este tiempo, como hacen los compañeros de Economía y Política. La cultura de los periódicos tiene sin duda menos lectores. Me gustaría pensar que son más fieles, pero tampoco estoy muy seguro.
En cualquier caso, estoy convencido de que la cultura –y la cultura que aparece en los diarios también– es un refugio ante los tiempos que nos han tocado vivir. Y nos permite además contar historias que son pura vida. Historias de escritores y artistas. De ciudades y guerras. De amor y traición. El arte, en todas sus manifestaciones, no hace otra cosa que recrear la vida. Incluso crear vida nueva.
Hace unos días, durante la presentación en Bilbao de su novela Tu rostro con la marea –en la que reúne personajes reales con otros de ficción–, el historiador Fernando García de Cortázar aseguraba que los seres inventados por él son igualmente reales desde el momento en que los ha creado. Cierto. ¿Alguien sería capaz de decir que don Quijote, Ana Ozores y Manolo el Pijoaparte no son tan reales o más que muchos seres que recorrieron las calles y los caminos de La Mancha, Oviedo y Barcelona en sus mismos años? Por eso la cultura no solo recrea la vida sino que la crea. Por eso, la cultura es vida. Y los periodistas se lo contamos.