Andarán ustedes de vacaciones (muchos de ustedes, no todos, ya sé) y agosto es el mes de la holganza, el sol, los paseos, la brisa suave y la alegría de vivir. El mes de las fiestas en pueblos y ciudades, de la dulzura del paso de los días sin nada que hacer, o haciendo cosas tan distintas de la rutina cotidiana.
Quiero colaborar con ese ambiente relajado y proponerles para este fin de semana una pieza llena de energía y vitalidad. Es el último movimiento del Concierto para trompeta y orquesta de Haydn. Un músico que trabajó toda su vida a destajo, que tuvo no poco éxito con las mujeres –pero fue a casarse con aquella con la que peor habría de llevarse– y que nos dejó un catálogo enorme en casi todos los géneros. Un compositor excelente que tuvo la mala suerte de coincidir a lo largo de su vida con dos genios superlativos: Mozart primero y Beethoven después. Seguramente a esa circunstancia le debe no ser algo más popular. Y se lo merece. Escuchen este fragmento y estarán de acuerdo conmigo. La versión es de Alison Balsom. Les gustará.