No voy a caer en generalizaciones, así que no diré que los políticos españoles son unos incultos que se expresan mal, ignoran casi todo acerca de los asuntos que tienen entre manos y tienen un nivel cultural paupérrimo. No lo diré porque no es cierto. Los hay cultos, preparados y con buena dialéctica. Luego harán su trabajo mejor o peor, porque nadie está libre de errores y a veces hasta el azar juega un papel determinante en la gestión. Hace un par de días publicaba una entrevista en la que Manuel Jiménez de Parga, que tiene un currículum de esos que parecen imposibles para alguien sin poderes sobrenaturales, asegura que la suerte es esencial en cualquier trayectoria. Si lo dice él, no seré yo quien sostenga lo contrario.
Pero una cosa es tratar de evitar las generalizaciones y otra muy diferente no reconocer que tenemos una cuota de políticos bocazas que empieza a ser preocupante. Políticos que dicen las cosas sin pararse a reflexionar. Que lo mismo son capaces de asegurar que hay que subir los impuestos a quienes los pagan porque hay gente que no lo hace, que estamos en el momento de encontrar la solución final al problema vasco. Es decir, políticos que entienden que las injusticias se resuelven con más injusticias o que ignoran que la expresión «solución final» está maldita desde 1941.
Políticos que aseguran que las plataformas contra los desahucios están vinculadas a ETA o que con menos recursos se consiguen mejores resultados. Que arremeten con expresiones insultantes contra sus rivales en las redes sociales como si estuvieran en la barra de su bar favorito. O que hablan de mamandurrias cuando se refieren a los demás, y nunca cuando las perciben los suyos.
Luego, cuando se dan cuenta de que han metido la pata, se disculpan compungidos –en el mejor de los casos– o apelan a su derecho a la libertad de expresión. Y sí, lo tienen. Pero deben usarlo con exquisito respeto hacia el resto de los ciudadanos, que para eso ocupan un cargo público.
No me parece que sea mucho pedir que los bocazas no estén en la vida pública. O que no ejerzan de tales. Bastante tenemos con la que está cayendo como para aguantar tonterías de personas a quienes pagamos el sueldo con nuestros impuestos. Ya que es así, al menos que no dejen en evidencia sus oceánicas carencias.