Con una diferencia de solo 28 años, entre 1857 y 1885, se publicaron tres novelas cruciales del siglo XIX y de la Historia de la Literatura: Madame Bovary (1857), Ana Karenina (1877) y La regenta (1885). Tres historias de adulterios protagonizadas por mujeres, que se convierten en fascinantes relatos sobre la condición humana. El estreno del filme del mismo título puede ser ahora una magnífica disculpa para revisar –o leer por primera vez– Ana Karénina de León Tolstói.
Una obra grande en todos los sentidos, porque es uno de esos libros de dimensiones descomunales, más o menos mil páginas según la edición de que se trate. Y por la calidad y trascendencia del relato, que figura en todos los cánones de la literatura occidental.
La historia es conocida: Ana Karénina es una mujer convencionalmente casada con Alekséi Aleksándrovich Karenin, con quien tiene un hijo, Seriozha. La novela arranca cuando la mujer asiste a la muerte accidental de un trabajador en la estación de tren de San Petersburgo. El hombre cae a las vías y es arrollado por el expreso que llega en ese momento. El final simbólico del relato nos llevará de nuevo a una estación de tren. Pero antes de eso asistimos al enamoramiento entre Ana y el conde Vronski, que trata de seducirla a sabiendas de que una relación entre ambos les acarreará problemas de todo tipo.
Eso es lo que pasa, efectivamente. Karenin niega el divorcio a Ana y ella se va a vivir con el conde, de quien queda embarazada. La pareja abandona Rusia ante la marginación a que la mujer es sometida –Vronski ha seguido relacionándose con naturalidad con todos sus amigos– y Karenin niega a Ana la posibilidad de ver al hijo de ambos.
Mientras, asistimos a la vida en el campo del terrateniente Levin y Ketty, un verdadero tratado de la relación del ser humano con la naturaleza y el sentido de la justicia social que tenía Tolstói y que fue desarrollado en mayor medida en obras posteriores.
Ana, hastiada de una vida sin el boato y las relaciones que tuvo en otro tiempo, loca de celos e incapaz de superar el remordimiento por haber roto las convenciones sociales en las que su existencia se basaba, se arroja al tren. La escena es de una intensidad sin igual en la literatura.
Tolstói crea un personaje imperecedero, una mujer apasionada y débil al mismo tiempo; transgresora pero incapaz de asumir el precio de sus transgresiones; libre pero no tanto como para iniciar una vida nueva al margen de su pasado.
No he visto la película recién estrenada. Las críticas no son buenas y soy incapaz de imaginar a Keira Knightley como Ana Karenina. Pero les recomiendo que no se pierdan la novela. Es una de las más grandes que se han escrito nunca.