Es una de las preguntas recurrentes estos días en las redes sociales: si cada vez hay menos católicos entre nosotros, o al menos católicos practicantes, y la opinión del Papa tiene un interés menguante, ¿por qué tantas páginas de periódico y minutos de radio y TV para informar de la renuncia de Benedicto XVI primero y del Cónclave más tarde?
Veamos. Creo que lo primero es desvincular la caída del sentimiento religioso del interés que suscita la figura del Papa y cuanto lo rodea. Hay varias razones para ello: la más importante es que se trata de un jefe de Estado con enorme peso en el mundo y no solo en los países católicos. Basta recordar la influencia que tuvo Juan Pablo II en la caída del Muro de Berlín. No digo que su intervención fuera decisiva, pero sí que influyó, y no poco. Además de eso, está la Historia. Ha habido en la silla de san Pedro personalidades de enorme dimensión, intelectuales finísimos –Benedicto XVI es un ejemplo– y líderes de enorme impacto popular, como Juan Pablo II. Papas controvertidos por su papel en los momentos más dramáticos de la Humanidad (Pío XII), y otros que ya ancianos quisieron dar un giro a la marcha de la Iglesia y dejaron tras de sí un halo de bondad (Juan XXIII).
Pero es que además de todo ello, la Iglesia y más concretamente el proceso de elección de Papa, es un ritual cargado de tradición y misterio, que se desarrolla casi como una coreografía en uno de los escenarios más bellos que ha creado el ser humano. La Capilla Sixtina es, en sí misma, un lugar en el que el genio humano alcanza una dimensión que parece sobrenatural. La plasticidad de ese conjunto de cardenales con sus trajes rojos y blancos sentados bajo el fresco de Miguel Ángel es difícilmente igualable.
Luego están las leyendas y la historia verídica sobre intrigas y crímenes, presión y traiciones, secretos desvelados y maniobras que quedarán para siempre en sombras. La historia de la elección de los Papas es tan apasionante que supera cualquier ficción.
Por eso interesa tanto lo que rodea al Cónclave. Interesa a católicos y ateos, a practicantes e indiferentes. Por eso se venden tanto las novelas y las crónicas acerca de lo que sucede en la Capilla Sixtina. El misterio nos atrae siempre. Si llegara el día en que la votación para elegir Papa y la discusión previa se hicieran a puerta abierta y con voto a mano alzada ante las cámaras de televisión, se perdería toda la magia. Y entonces sí que la expectación caería en picado y nada volvería a ser igual.