Estimado colega:
Hace unos días leí una entrevista que concedió al diario Gara, del que es articulista habitual, con motivo de la publicación de un libro sobre la crisis del periodismo. En la misma, habla usted de esta profesión, que prefiere llamar oficio, y se muestra nostálgico de tiempos pasados, de aquel periodismo de bohemia, alcohol y nocturnidad que considera más libre y más auténtico. Habla de la evolución de los medios y sus problemas actuales y le aseguro que coincido con algunas partes de su diagnóstico. Pero hay un momento en que arremete contra las facultades de Periodismo con el argumento de que tratan de acabar con el periodismo libre. Y me parece que eso merece una contestación.
Antes de que se ponga en guardia por mi afirmación, matizaré que leyendo la totalidad de su respuesta parece que quizá su opinión no sea exactamente la que aparece subrayada en un sumario. Leo: “Sigo defendiendo el valor de la universidad como marco para la formación. Pero esto de elevar a la gente tiene su picardía”. Aunque justo antes ha dicho que lo que interesaba hasta hace un tiempo a los directores era que “la noticia fuera buena y que saliese bien, y que sus redactores supiesen funcionar. Pero como esto independizaba a los periodistas, nada mejor que meterlos en la Universidad. Esto crea estatus”.
Le confieso que me cuesta mucho seguir el argumento. Pero tampoco quería detenerme en ello. Solo quiero dejarle algunas preguntas: ¿desde cuándo la formación, el espíritu crítico que se supone debe inocular la Universidad, el debate, la lectura, restan libertad? ¿Es más libre, más afilado en sus críticas, más astuto en sus preguntas, mejor redactor de sus textos, alguien que aprende en la calle?
En EE UU, que algo saben de periodismo y de Universidad, crearon la primera escuela, dentro de la Universidad de Columbia-Missouri hace más de un siglo. Y a esa siguieron otras muy pronto. Durante décadas, los periodistas formados en la calle, como usted propone, convivieron con los de origen académico, pero desde mediados del siglo pasado los titulados en esos centros universitarios son la gran mayoría y desde luego la casi totalidad de los mejores reporteros, columnistas, directores o redactores-jefe.
Por supuesto que la Universidad no lo enseña todo. Pero no lo hace en el ámbito del Periodismo ni en el de la Medicina, la Arquitectura o la Filología. ¿Significa eso que no hay mejor médico que quien no pasó por la Universidad y lo aprendió todo visitando las urgencias de los hospitales? ¿O que el mejor arquitecto es el que aprende en las obras, poniendo ladrillos primero y luego dibujando sus propios edificios? La respuesta es obvia: no.
Hay que estar en la calle, claro. Y aprender de todo cuanto se ve. Pero la Universidad, con todo lo que lleva consigo, es la mejor vía para el aprendizaje de las bases de una profesión que luego se contrasta y perfila en el ejercicio de cada día. Al despreciar de ese modo a las facultades de Periodismo, lo mismo en sus licenciaturas que sus posgrados, acusándolas nada menos que de fabricar periodistas acomodaticios e incapaces para el ejercicio profesional en libertad, comete un profundo error. Que usted no pasara por una Facultad de Periodismo (no las había en su época) no significa que deban ser repudiadas. No siempre la experiencia propia es la mejor posible. Estoy convencido de que, también a usted, la Facultad le habría aportado muchas cosas.
Reciba un atento saludo.