Vamos a hallazgo por mes. Primero fue la Gioconda del Prado y ahora un fresco de Leonardo titulado La batalla de Anghiari, que se creía destruido a mediados del siglo XVI. La duda que tenemos todos es cuántas obras de arte permanecerán ocultas tras gruesas capas de pintura de iglesias remotas o no tanto, en almacenes de museos atiborrados de cuadros, palacetes propiedad de personas desinteresadas por el arte o edificios oficiales dejados de la mano de Dios.
Muchas veces se ha dicho que hay países con un patrimonio cultural tan rico que no hay ni habrá nunca dinero suficiente para mantenerlo todo en buen estado. Para impedir que se derrumben cúpulas de iglesias o muros de castillos, que desparezcan para siempre frescos o se deterioren hasta ser irrecuperables estatuas que llevan siglos en la calle. Es el caso, sobre todo de Italia y Grecia. También el de España.
Y si no es posible conservar debidamente lo que se conoce y se tiene identificado, es difícil pensar que se vayan a dedicar muchos recursos a investigar sobre lo que no se conoce. A indagar en los almacenes o tras las capas de cal. Así que habrá que esperar a pacientes investigadores sin prisas que tropezarán con algo que no esperaban e indagarán sobre ello, o a esas casualidades que siempre se dan en cualquier ámbito de la vida. Con seguridad hay tantos tesoros artísticos ocultos que, poco a poco, irán saliendo algunos. La lástima es que muchos estarán perdidos para siempre.