No tengo nada contra los cocineros ni los restaurantes. De nueva cocina ni de cocina tradicional. Prefiero comer bien, aunque no soy de quienes hacen centenares de kilómetros para hacerlo en ese sitio que tiene varias estrellas Michelín o que se ha puesto de moda. Dicho eso, paso a hacer una confesión: estoy hasta el gorro y más allá de que todos o casi todos los días en todos los informativos de todas las cadenas de TV haya algún reportaje sobre cocineros, restaurantes, platos, pinchos, nueva cocina o viejas recetas, cocineros de postín, de medio pelo o pequeños figones de pueblo.

Son esos mismos informativos para los que la cultura no existe. Cada día, cada semana, se inaugura en España alguna buena exposición; se publica algún libro de autor nacional o traducido que merece la pena ser leído -y por tanto merece la pena que se difunda su publicación-; se programa un concierto con obras de un compositor autóctono, o en el que interviene un solista o director de primera fila; se pone en escena una obra de teatro notable… y apenas nada de eso sale en los informativos. Lo dicho se puede ampliar a películas, performances, congresos y demás.

Por lo visto, es más noticia una receta nueva de un restaurante que una exposición; más protagonista un cocinero que un pianista o una violinista; más relevante una mención en una guía gastronómica que el nuevo libro de un novelista de relieve.

No hace falta que nadie me diga que la gastronomía mueve dinero y es un activo del país. Lo sé. Pero, ¿acaso no lo es la cultura? Y si hablamos de cadenas de TV de titularidad pública, ¿no tienen entre sus obligaciones de servicio público atender a la producción cultural, la local sobre todo pero también la internacional?

Cada vez que veo un informativo en el que se ha dedicado un minuto o dos a hablar de un restaurante y no se cita siquiera un acto cultural relevante que ha habido ese mismo día, me pongo malo.