La Orquesta de Extremadura, cuyo director titular es el bilbaíno Jesús Amigo, está en dificultades. Incluso muchos piensan que puede tener sus días contados, fruto de los recortes que está aplicando el Gobierno regional, aunque el consejero de Economía asegura que él nunca ha hablado de desaparición.
El debate, por supuesto, es si resulta necesaria una orquesta sinfónica. Como pueden imaginar, no seré yo quien diga que una orquesta es un gasto superfluo. No entraré en detalles sobre lo que supone en cuanto a valor cultural, difusión de un patrimonio inmaterial gigantesco, promoción de los artistas contemporáneos, etc. Pero me parece que en el caso de la de Extremadura es todavía más importante que siga viva. ¿Por qué? Pues porque no hay más que una en la comunidad, no existe otra formación similar que tenga su sede cerca y no hay tampoco ningún festival de gran relieve que permita un acceso a la música en vivo siquiera durante unas semanas al año.
Para quienes sostienen que se puede prescindir de una orquesta les daré algunos ejemplos de gastos mucho más elevados que los que entraña mantener una sinfónica y que sin embargo se han acometido con alegría: fastuosos campos de fútbol en los que juegan equipos privados que pagan sueldos multimillonarios, aeropuertos que nadie usa o próximos a otros aeropuertos, autovías con escasísimo tráfico, universidades en todas las capitales para atender una demanda casi inexistente, campos de golf públicos para que los disfruten quienes pueden permitirse un club privado, puertos deportivos de gran tamaño que nunca se han llenado, polideportivos enormes en pueblos pequeños…
Un comentario para los políticos: por favor, no me digan que mantener una orquesta (y más una de las características de la de Extremadura) es caro.