Bernard Herrmann solo ganó un Oscar pero es considerado uno de los más grandes compositores para el cine de todos los tiempos. Suyas son las bandas sonoras de Ciudadano Kane, Vértigo, Fahrenheit 451 y Taxi Driver. Suya es también la música para cuerdas que subraya hasta la locura la escena del crimen de la ducha de Psicosis. Y suya la idea genial de dejar que se percibiera el silencio en la larga espera primero y persecución posterior en el maizal de Cary Grant en Con la muerte en los talones. Pero además de su trabajo para el cine, Herrmann tuvo una importante labor como director de la Orquesta Sinfónica de la CBS, con la que descubrió al público americano a numerosos compositores de su tiempo. Y por si todo eso fuera poco, dejó escrita una obra clásica no muy voluminosa pero de notable interés. Hoy se cumple un siglo de su nacimiento.
Herrmann vino al mundo en Nueva York, en el seno de una familia judía de clase media y origen ruso. Su padre lo llevó muy pronto a la ópera y a conciertos, y lo animó a que tocara el violín. A los 13 años ganó un premio de cien dólares por una canción que había escrito. Quizá fue el empujón que necesitaba para decidirse a emprender el camino de la música como salida profesional. Para ello, se dotó de la mejor formación. En la Universidad de Nueva York fue alumno de Percy Grainger y más tarde profundizó en sus estudios en la Juilliard School, el centro más elitista del mundo entre los de su ámbito.
Los inicios de su carrera están vinculados a la radio. Tenía solo 23 años cuando fue contratado por la Sinfónica de la CBS para dirigir algunos conciertos destinados a ser emitidos. Hizo mucho más que eso: descubrió al público de su país la música de su compatriota Charles Ives y estrenó piezas de no pocos compositores europeos, de Miaskovski a Goetz. A su vez, algunos de los grandes directores de su tiempo, como Barbirolli, Ormandy o Beecham, estrenaron sus composiciones.
Fue en la radio donde conoció a Orson Welles, quien le encargó música para su programa La guerra de los mundos. A partir de ahí, las cosas fueron rodadas: el director le propuso también hacer la banda sonora de Ciudadano Kane, que supuso el debut de ambos en el cine. Muy poco después, por la música de El hombre que vendió su alma, consiguió su único Oscar. Tenía solo 30 años.
Pero si hay un director a cuya obra está unido el nombre de Herrmann, ese es Alfred Hitchcock. Su colaboración comenzó con la banda sonora de Pero, ¿quién mató a Harry? y continuó con todas las obras mayores del mago del suspense en su mejor época. Y eso incluye la superlativa partitura de Vértigo, una verdadera obra sinfónica de enorme intensidad dramática, y esos acordes agudos, cortantes como el filo de un cuchillo, que subrayan el asesinato de la protagonista de Psicosis. Hitchcock no quería música para ese momento, pero Herrmann lo convenció de que ese acompañamiento realzaba la violencia de la escena, una de las más complejas en cuanto a planificación de toda la historia del cine.
La amistad entre el director británico y el compositor se rompió cuando el primero le encargó una banda sonora con elementos casi de pop para Cortina rasgada. Herrmann se negó y fue despedido. Antes, Hitchcock había realizado su particular homenaje al compositor al hacer que apareciera -con su propio nombre- como director de orquesta en la escena del Royal Albert Hall de El hombre que sabía demasiado.
En sus últimos años, trabajó para Truffaut y Scorsese, entre otros. Completó así una carrera en la que también hay composiciones clásicas al margen de las bandas sonoras. Aunque para uno de sus filmes –Hangover Square, entre nosotros Concierto macabro– ya había escrito un concierto para piano y orquesta, las partituras de ese tipo son en general ajenas al cine. Las más importantes son una sinfonía, varias obras para cuerdas, incluidos una cuarteto y una ‘sinfonieta’, piezas para orquesta de cámara, un ballet, diversas cantatas, obras para voz y piano y piano solo. También escribió una ópera basada en Cumbres borrascosas y una comedia musical.
El estilo de composición de Herrmann es clásico pero ello no le impidió experimentar con los instrumentos. En muchas de sus películas la plantilla orquestal es del todo infrecuente: violines eléctricos, theremines, enormes secciones de metal, varios pianos y arpas para la misma pieza… En una época en la que primaba el tono sinfónico -años cuarenta y cincuenta- no tuvo reparo en usar unos pocos instrumentos. Y cuando lo que se llevaba era un tono más pop, directamente se negó a hacerlo. No le importaba el éxito de sus composiciones y por eso no se plegó a ninguna moda ni a ningún director o productor. Murió el día de Nochebuena de 1975, apenas unas horas después de haber terminado el trabajo de la banda sonora de Taxi driver.
(Publicado originalmente en Territorios, el 25 de junio).
Les dejo el Concierto Macabro. Un pieza notable en todos los sentidos.