No es fácil manejar el humor. Y, por sorprendente que pueda parecer, la literatura que gira en torno a él tampoco tiene prestigio en cuanto a la crítica y los premios. Eduardo Mendoza es de los pocos novelistas que, entre nosotros, ha conseguido galardones muy relevantes con un catálogo de obras en el que abundan las novelas humorísticas. Aunque quizá sea más correcto decir que ha logrado esos galardones ‘a pesar’ de esas novelas.
Hay además un factor que marca la literatura de humor, como marca el cine del mismo género: su brevedad. Se puede escribir un drama de mil páginas o filmar uno de tres horas de duración. No se puede hacer lo mismo con una historia cuyo ingrediente básico sea el humor. No es casualidad que las películas de los hermanos Marx o de Woody Allen sean cortas. Así que Álex Oviedo se adentra en ese terreno con esta historia de apenas 150 páginas en un libro de formato pequeño que cuenta lo que sucede en muy pocos días. El protagonista es un asesor de comunicación que en la primera página presencia el robo del piso de unos vecinos. A partir de ahí teme encontrarse de nuevo con los ladrones mientras debe lidiar con una lesión que le obliga a llevar una muleta, un trabajo que no le gusta y del que están a punto de echarle, una novia que ya no es tal y una mujer con la que le gustaría tener una relación.
Todo ello, con referencias continuas al cine, diálogos que parecen sacados de una comedia española y una ligera crítica al mal funcionamiento de tantas cosas, la hipocresía y demás. Álex Oviedo solo quiere que los lectores esbocemos una sonrisa mientras seguimos la peripecia de su protagonista –a veces hasta sufrimos un poco con él y nos alegramos de algún pequeño éxito– y eso lo consigue.
(Publicado en elcorreo.com)