A los 94 años recién cumplidos, Milan Kundera es uno de los decanos de la literatura europea. Para no pocos, el mejor novelista vivo del continente. Su obra más conocida entre nosotros es La insoportable levedad del ser, en parte, como tantas veces sucede, por la versión cinematográfica de la misma. Pero su catálogo tiene otros muchos títulos relevantes.

Como se sabe, Kundera vive en Francia desde 1975. Salió de Checoslovaquia tras haber sido expulsado dos veces del Partido Comunista. La primera, en 1948, tras una muy temprana afiliación a ese grupo político. La segunda, ya definitiva, en 1970, cuando la experiencia de los tanques soviéticos entrando en Praga dos años antes ya le había mostrado la otra cara del sistema.

Este breve volumen contiene dos textos que giran en torno a la cultura en Centroeuropa, su valor y su autonomía. El primero de ellos es una conferencia pronunciada en el Congreso de Escritores Checoslovacos de 1967, cuando las tensiones entre cierta intelectualidad del país y la línea política más ortodoxa ya eran patentes. El segundo es un artículo de 1983 que tuvo en su momento un gran eco.

En ambos casos, Kundera trata acerca del papel de la cultura y de lo que llama ‘pequeñas naciones’, esas que se extienden entre Alemania y Rusia y que pueden desaparecer en cualquier momento, dice él. ¿Y qué función ejerce la cultura en ese contexto? Kundera sabía bien lo que era escribir al gusto del régimen comunista y lo que suponía socavar sus cimientos mediante la crítica.

Por sus textos desfilan las grandes figuras de la cultura centroeuropea del siglo XX, muchas pertenecientes a lo que él considera el ‘pequeño país’ por excelencia: el que forman los judíos (y no se refiere a Israel, claro está).

En este momento en que Centroeuropa –y por extensión, el continente en su conjunto– vive con especial alarma la guerra en Ucrania, los textos de Kundera cobran una vigencia absoluta. Y hace que nos planteemos algunas preguntas sobre el destino de Europa.

(Publicado en elcorreo.com)