Fernando Aramburu regresa al mundo de ETA en su última novela. Pero lo hace con un registro radicalmente diferente al de Los peces de la amargura, Años lentos y Patria. En Hijos de la fábula usa el humor para contar la historia de dos jóvenes que cruzan a Francia para enrolarse en ETA justo unas semanas antes de que la banda terrorista anuncie el fin de la violencia.
De esa forma, acogidos por una pareja en una granja cerca de Albi, los dos aspirantes a héroes de la causa se ven sin armas ni entrenamiento, ni dinero ni objetivos, tan solo pasando los días sin nada que hacer ni instrucciones de ningún tipo. Ellos están convencidos de su misión en la vida, creen que robar e incluso matar está admitido si es por la liberación del pueblo vasco y entienden que ETA les ha traicionado al haber dejado las armas sin conseguir sus objetivos. Y tan convencidos están de la bondad de estos y de la legitimidad de la violencia para alcanzarlos que deciden formar su propio grupo terrorista, seguros de que si lo hacen bien pondrán de rodillas al Estado.
A partir de ahí, todo es un disparate: sus prácticas de tiro con escoba, sus ‘operaciones’ que causarían risa a los más inofensivos quinquis de barrio, sus diálogos sobre cómo la felicidad –y las mujeres– rebajan el impulso revolucionario y aburguesan a los militantes. Un humor corrosivo recorre la novela, no exenta de alguna compasión con unos jóvenes que, como sucedió en la realidad, echaron a perder su vida por una causa que solo produjo injusticia y dolor.
(Publicado en elcorreo.com)