No es fácil entender lo que sucede en la música clásica con las modas. No hablo de compositores que no están en la primera fila sino de esos que incluso gozaron de fama en su tiempo pero que luego han ido quedando semiolvidados. Sucede que, de pronto, sin que con frecuencia medie nada especial (ni un aniversario, ni una película con mucho tirón en la que suene una de sus obras), empiezan a aparecer en el mercado, o en internet, grabaciones de sus mejores obras y hasta se programa en los ciclos sinfónicos o de cámara, o algunos pianistas incluyen sus piezas en recitales. Luego, pasados quizá dos o tres años los discos ya no están en las tiendas (si es que quedan tiendas), las orquestas dejan de programarlos y los pianistas sustituyen sus obras por otras.
Algo de eso ha sucedido con John Field, un compositor y pianista irlandés que pasó buena parte de su carrera en Rusia, donde murió. Él fue el creador del género del nocturno, aunque los suyos no tengan la popularidad ni la calidad de los de Chopin, por supuesto. Field es un compositor que enlaza el clasicismo con el romanticismo. Como sucede con los compositores-intérpretes, sus obras pianísticas están escritas con un afán de buscar el lucimiento. Aunque en este caso no les resta belleza. Porque Field no está a la altura de Haydn, Chopin o Schumann pero su obra bien merece más difusión que la que tiene ahora mismo.
Hará cosa de unos veinte años hubo un momento Field: varios sellos publicaron un puñado de grabaciones con sus conciertos para piano (escribió siete), los nocturnos y otras obras. En el escenario también irrumpió aunque fuera de manera modesta. Pues bien, ha quedado poco o nada de eso. No sé si en Irlanda y en Rusia, los dos países que marcaron su vida, se le escucha más, pero entre nosotros apenas si tiene presencia. Les dejo para este fin de semana el Concierto para piano y orquesta Nº 4, quizá el mejor de los suyos. Disfruten.