Algunos libros ponen al lector, más allá de la trama y las relaciones entre personajes, ante un dilema moral. Lo colocan en esa situación en la que está alguno de los protagonistas y se para a decidir qué haría si se encontrara justo en su lugar.
Es lo que hace Emilio Alfaro en Matar, amar. Una novela en la que no es tan importante lo que pasa como lo que piensa el personaje central acerca de lo que pasa. Y eso se deriva de lo que Luke hizo en el pasado: entró a formar parte de ETA y participó en varios atentados. En uno de ellos, el comando al que pertenecía mató a un guardia civil. Luke ha estado en la cárcel y ya ha cumplido su condena, pero por otro asunto de gravedad menor. Por un problema de conciencia, se plantea pedir perdón a la mujer a la que dejó viuda y con un hijo pequeño. Se trata de Marisol, que contrajo matrimonio con el guardia civil pese a una cierta oposición familiar y que, tras el asesinato, se ha quedado en su pueblo, señalada como lo estuvo, en vez de marcharse a un lugar lejano en el que rehacer su vida sin tener que soportar la presencia de quienes se la han hecho imposible.
El problema es que Luke se enamora de Marisol y entonces debe decidir qué hacer: seguir con la mentira para vivir lo que podría ser algo parecido a una historia de amor convencional, o confesar y perderlo todo para siempre, el amor y la libertad.
Alfaro cambia el punto de vista para contar unas veces en primera persona y otras en tercera, para mostrar la evolución de los protagonistas y la agonía de Luke. Sucede en la novela, más allá de las escenas del encuentro, la actuación del comando o los diálogos entre Marisol y su amiga, la cómplice imprescindible de todo cuanto pasa.
(Publicado en elcorreo.com)