Decir que Julio Cortázar es uno de los más grandes escritores en español de las últimas décadas es una obviedad. Sus libros son un ejercicio de virtuosismo literario tras el que con frecuencia se esconde un agudo sentido del humor. Y su manejo del vocabulario es el propio de un alquimista. Si a eso se suma su propia figura, alto, delgado, y su voz grave y esa manera de arrastrar las ‘r’, el resultado es un personaje fascinante y un creador que merecer ser leído y conocido.
Tras la muerte del escritor, su primera esposa –la traductora Aurora Bernárdez– donó su biblioteca a la Fundación Juan March. Se trata de unos 4.500 libros, muchos de ellos dedicados por los autores al mismo Cortázar o a este y su pareja del momento.
Marchamalo repasa esos libros, halla anotaciones del argentino aquí y allá, se sorprende –y nos sorprende– con los pocos volúmenes que tenía de autores importantes y que habían sido sus amigos. Es lo que sucede con García Márquez y Vargas Llosa, de quiene le faltan libros esenciales. En el caso del hispanoperuano, llama la atención que alguno de los libros ni siquiera tiene aspecto de haber sido abierto.
Pero más allá de cotilleos histórico-literarios, el libro de Marchamalo da numerosas pistas sobre las lecturas, las relaciones y las pasiones del autor de ‘Rayuela’. Y permite conocer mejor algunas de las claves que están en su propia obra.
(Publicado en elcorreo.com)