Después de una novela, El enigma de la habitación 622, en la que llevaba más allá del límite eso que se llama ‘suspensión de la incredulidad’, el escritor suizo Joël Dicker regresa con el personaje de Marcus Goldman, el protagonista de La verdad sobre el caso Harry Quebert y El libro de los Baltimore. También aparecen algunos otros personajes de la primera, aquí con mucho más papel. Y está, de nuevo, Quebert, aunque su presencia se produce más en la cabeza del protagonista que en la trama real.
La novela comienza con un asesinato ocurrido once años antes: el de una joven aspirante a modelo, que aparece muerta con una nota en el bolsillo de su pantalón: ‘Sé lo que hiciste’. El caso fue juzgado y fueron hallados culpables el exnovio de la chica y un amigo de este.
Sin embargo, pronto se descubre que la investigación policial fue una gran chapuza. Aquí está Marcus Goldman para reconstruir lo que realmente sucedió. A partir de ese momento, quien lea la novela de Dicker se va a encontrar con un alarde técnico de primera: el autor teje y desteje, apunta a sospechosos a los que luego liberará de toda sombra, avanza y retrocede en el tiempo, y lo hace de tal forma que es imposible perderse. Es algo que tiene un mérito enorme porque la novela es un puzle de miles de piezas. Y tiene mucho mérito también que mantenga la tensión durante 600 páginas.
Además, Goldman reflexiona sobre la amistad y el amor y seguimos su peripecia vital en una especie de relato paralelo a la investigación, con algunos pasajes que ya conoce siquiera levemente quien haya leído El libro de los Baltimore.
Hasta ahí, todo bien. Pero el virtuosismo de Dicker empieza a sonar a ya visto. Visto en tres de sus novelas anteriores: La verdad sobre el caso Harry Quebert, La desaparición de Stephanie Mailer y El enigma de la habitación 622. Todavía sus lectores no estarán cansados pero puede que empiecen a estarlo. El autor suizo tiene 37 años y una carrera muy larga por delante. En Los últimos días de nuestros padres y El libro de los Baltimore demostró que puede hacer otras cosas. Sería interesante que volviera a demostrarlo.
(Publicado en elcorreo.com)