Después de un texto tan crudamente autobiográfico como Amor intempestivo, Rafael Reig vuelve a la ficción. Y lo hace con una obra cargada de ironía, humor y no poca melancolía. El novelista asturiano se mete en la piel de un septuagenario que ha sufrido un problema de salud del que ha salido algo mermado. A raíz de eso ingresa en una residencia ubicada en un lugar que no se concreta pero que parece la sierra madrileña, donde vive el autor, por otra parte.
Al principio, el personaje observa con distancia, casi con desdén, a los otros residentes, un grupo peculiar en el que hay desde un jugador de ajedrez con vocación de detective hasta una viuda desorientada que cada mañana saca su maleta al pasillo a esperar a que su marido vaya a recogerla. El protagonista va conociendo a todos y recibiendo noticias que lo sumen en la perplejidad. Por ejemplo, que su hijo se está separando de su mujer porque está viviendo, él, una historia con un joven.
Día a día, semana a semana, su visión de la residencia y también de la vida cambia. Además, una pandemia que es como una plaga bíblica –pero cuyos síntomas no son los de la covid– comienza a asolar la institución. Nada de eso detiene la obsesión sexual de algunos, el afán de otros por adentrarse en vidas ajenas y el creciente escepticismo del protagonista, tan ajeno al entorno que no quiere ni saber el nombre del pueblo próximo, al que va muchos días a tomar algo en una terraza.
Humor, un toque de surrealismo en las últimas páginas, unas gotas de amargura y una base de lucidez son los ingredientes de esta novela de Reig.
(Publicado en elcorreo.com)