De las Pasiones que Bach escribió se conservan dos sin duda alguna respecto de su autoría. De una tercera hay una interesante reconstrucción a partir de materiales originales. A partir de ahí, el misterio se cierne sobre otras dos partituras de este tipo sobre las que hay documentos que prueban su existencia pero no manuscritos que con toda seguridad sean atribuibles al genio de Eisenach.
Entre las dos que son suyas con toda certeza, la Pasión según San Mateo es indiscutiblemente una de las cumbres de la producción musical e incluso cultural en toda su dimensión. La Pasión según San Juan, anterior cronológicamente, no alcanza esa altura. Pero estamos ante una creación que por sí misma habría garantizado la inmortalidad a cualquier otro compositor. Lo que sucede es que, si hablamos de Bach (como si lo hacemos de Mozart, Beethoven y unos pocos más), su catálogo es de tal naturaleza que incluso una obra tan extraordinaria no está entre sus cinco o diez mejores.
Esa es la paradoja. La Pasión según San Juan es extraordinaria y al tiempo inferior a la Pasión según San Mateo. Pero dejémonos de comparaciones. Es Jueves Santo y no puede haber muchos planes mejores que dedicar dos horas a escuchar esta obra. Además, el escenario (la bellísima iglesia de San Lorenzo, en la plaza principal de Núremberg) aporta mucho a la experiencia.