Una larga etapa de violencia, con tanta gente justificándola y muchos más mirando hacia otro lado para que el dolor y la injusticia no les estropearan los potes de última hora de la tarde, no se cierra pronto ni sin consecuencias. Esta era una tierra en la que se vivía muy bien si nos olvidábamos de que algunos mataban en nombre de las ideas, un detalle insignificante.
Esta novela aborda un episodio de violencia posterior al fin del terrorismo, en el que se ven las secuelas que este dejó. Aquí nos encontramos con un coche carbonizado en cuyo interior hay dos cadáveres. El escenario es el pantano alavés y los tres protagonistas centrales son un ertzaina obsesionado por hacer carrera, un guarda forestal que durante muchos años fue escolta y una extraficante de drogas que ahora trata de salvar a muchachas que proceden de ámbitos muy conflictivos.
Junto a ellos, un conjunto de personajes que tienen a sus espaldas mochilas cargadas con demasiadas cosas, con un pasado que sería mejor olvidar pero del que resulta difícil escapar. Todos ellos se mueven en el escenario urbano de Vitoria (sobre todo, su casco antiguo) y las orillas del pantano, un lugar idílico de día y con sol, y siniestro en cuanto cae la noche.
Óscar Beltrán de Otálora conoce bien el material que maneja. Es vitoriano y durante muchos años se dedicó en este periódico a informar sobre terrorismo. Eso le dio un conocimiento muy amplio del tema y la he permitido perfilar a los personajes, manejarse con seguridad en la trama y describir con solvencia procedimientos y actitudes.
El texto es ficción, pero esa herencia real de la violencia está muy presente. Y la experiencia periodística de su autor le permite cumplir uno de los mandamientos fundamentales de cualquier narración, más en los tiempos que corren: mantener la tensión, no aburrir ni una sola página, hacer que el lector necesite seguir sin concederse un descanso.
(Publicado en elcorreo.com)