Suele decirse que entre los instrumentos de la orquesta el patito feo es el triángulo. Es cierto que su participación suele ser escasa y que quien lo toca desempeña a lo largo de cualquier obra otros papeles dentro de la sección de percusión. Buscar un concierto para triángulo y orquesta es una misión compleja, detectivesca. Pero no es el único instrumento al que eso le sucede. Y hay otro con gran presencia, que además requiere de un intérprete exclusivo (a diferencia de lo que pasa a menudo en la percusión), para el que se han escrito también pocas obras concertantes, al menos en los últimos 150 años. Es decir, desde el último Romanticismo. Me refiero al arpa, que tiene un papel notable en las obras sinfónicas de compositores como Ravel pero no en las concertantes, como decía.
Por supuesto, hay excepciones a esa norma. Una de ellas es el hermoso Concierto para arpa y orquesta de Ginastera. Algunos críticos dicen incluso que es la más bella de las obras concertantes del compositor bonaerense. Ginastera escribió la obra con 40 años pero tardó una década en estrenarla. Eso sí, lo hizo con unos intérpretes de lujo: Nicanor Zabaleta como solista, la Orquesta de Filadelfia y su titular, Eugene Ormandy, como director. No es fácil reunir tanto talento y tanta fama en un estreno. Aquí se lo dejo. Disfruten.