Creo que lo he comentado alguna vez: entre los compositores que no están en la primera fila (es decir, esos que nadie incluiría en los 30 mejores de todos los tiempos, junto a Bach, Beethoven, Brahms, Bruckner, Chaikovski, Dvorák, Mahler, Mendelssohn, Mozart, Schumann, Shostakovich, Verdi, Vivaldi, Wagner y algunos más), uno de mis preferidos es Max Bruch. Hay un aire muy seductor en su música, que creo que además ha tenido una cierta influencia en compositores del siglo XX, sobre todo en el cine.
Bruch era alemán, vivió varios años en Inglaterra, donde escribió una de sus obras más célebres para la comunidad judía, regresó luego a su país y siguió componiendo hasta una edad muy avanzada. De hecho, murió cuando la música dodecafónica estaba a punto de ser presentada en sociedad. De su catálogo hay apenas un puñado de obras que se interpretan de manera más o menos habitual en los grandes auditorios. El Concierto para violín y orquesta Nº 2 que hoy les propongo es una de ellas, pese a que su celebridad es mucho menor que la de su predecesor. Fue dedicado a Pablo Sarasate, quien lo estrenó en Londres en 1878, dirigido por el propio compositor. Llama la atención ese comienzo con un movimiento Adagio, que es también poco habitual. Lo van a disfrutar. Seguro.