Ravel es un músico muy querido por aquí. Por su origen vasco, por las influencias tan visibles en su obra y por su vinculación a varias ciudades de la comunidad (dirigió algunos conciertos a la Sinfónica de Bilbao y la Coral). Y las orquestas así como las organizaciones musicales en general le devuelven ese aprecio. Euskadiko Orkestra acaba de publicar un disco dedicado a su obra sinfónica, con Robert Treviño, su titular, a la batuta.
La música de Ravel es un ejemplo claro de cómo se maneja el color orquestal y cómo se puede jugar con la sutileza para crear una obra deslumbrante. Pocos compositores han llegado a comprender las posibilidades de la orquesta como él. Por eso su música es tan fácilmente identificable, aunque una obra en concreto no se haya escuchado nunca. Luego está su fascinación por España, compartida con Debussy, el otro gran compositor del impresionismo. En el caso de Ravel, el conocimiento de la música española es mucho más directo. Porque Debussy solo atravesó una vez la frontera, para estar un rato en San Sebastián, y cuanto sabía del folclore español lo habría aprendido en buena parte gracias a Falla y a otros músicos españoles. El autor del Bolero, en cambio, manejaba muchas más claves. Lo demuestra en esta Rapsodia española, que les propongo para este fin de semana, justamente en la versión de Euskadiko Orkestra, con Treviño en el podio. Disfruten.