Richard Strauss es un compositor de muy largo recorrido vital. Murió a los 85 años, que a mediados del siglo XX y tras haber pasado una guerra terrible, es una edad ciertamente destacable. Pero sobre todo tuvo una carrera de más de seis décadas en primera línea, desde los años innovadores de sus poemas sinfónicos y su relación con la filosofía y las propuestas de Nietzsche hasta la parte final, convertido en un postromántico conservador (pero autor de piezas de una belleza que casi duele, como las Cuatro últimas canciones) en un tiempo en el que las vanguardias habían destruido todo vestigio de romanticismo desde décadas antes.
Su propia peripecia vital, con una tolerancia (al menos) hacia el nazismo que terminó en un cruel desengaño y un dolorido arrepentimiento, es también singular. Pero, como suelo decir en estos casos, lo que debemos apreciar en un artista no son tanto sus opiniones fuera de su disciplina artística o sus actitudes en otros ámbitos como su obra. Y la suya es de extraordinaria calidad.
La propuesta para este fin de semana es Una vida de héroe, una partitura para gran orquesta estrenada en 1899 que de alguna forma consolida el período de madurez que había abierto con Así habló Zaratustra, estrenada apenas dos años antes. En el momento del estreno de Una vida de héroe, Strauss tenía solo 34 años. Disfruten.