Después de tres novelas protagonizadas por la inspectora Valentina Redondo y ambientadas en Cantabria, María Oruña se acerca a su tierra en esta historia de misterio que transcurre en dos planos temporales. En el primero de ellos, un peculiar antropólogo, especializado en la recuperación de obras de arte perdidas, pasa unos días de descanso en un convento de la Galicia profunda convertido en parador. La novela comienza cuando un guía turístico que hace visitas teatralizadas muere, al parecer de un infarto, justo cuando había quedado con el antropólogo para contarle algo sobre unos anillos de obispos de la Edad Media.
Esa muerte aumenta la curiosidad que el protagonista ya tenía por la suerte de esos anillos, desaparecidos misteriosamente. Por eso comienza a investigar por su cuenta, hablando con cuantos en el pueblo pueden saber más acerca del convento y lo que en él se guardaba hasta la desamortización de Mendizábal.
La segunda historia es la de una joven, hija de un médico, que en 1830 viaja de Valladolid al convento. Allí, su padre va a ejercer su profesión, llamado por el abad, que es su hermano. La joven sabe que no puede estudiar Medicina, lo que sería su sueño, pero en el convento aprende sobre tratamientos y pócimas, y despierta a la vida, en todos los sentidos.
Los dos planos de la historia se entremezclan y María Oruña mantiene la tensión pese a que los ritmos –como la vida en cada uno de esos períodos– son distintos. Aquí no hay crímenes que investigar, como en las novelas anteriores, porque la muerte inicial es más un ‘macguffin’ que otra cosa, pero la autora gallega se mueve con comodidad en este género y va ganando en dominio técnico y madurez en cada novela.
(Publicado en elcorreo.com)