El 25 de noviembre de 1970, Yukio Mishima se suicidó haciéndose el karakiri. Fue la suya una muerte ritual, tras dirigir unas palabras a los soldados de un campamento del Ejército con las que les incitaba a rebelarse contras sus superiores y restablecer el poder absoluto del emperador.
Con Mishima sucede lo que con unos cuantos escritores más: su peripecia biográfica y política oscurece y con frecuencia penaliza su obra literaria. Porque su afición a las artes marciales, la relación con la futura emperatriz Michiko con quien al parecer pensó en algún momento en casarse y sus actividades en grupos de extrema derecha (se dice que no recibió el Nobel, al que fue reiteradamente propuesto, por ello), son muy llamativas por infrecuentes en su mundo.
A punto de cumplirse medio siglo de su muerte, Alianza reedita varias de sus obras más importantes. Una ocasión excelente para recuperar los textos de este gran estilista, porque Mishima era un escritor con una gran formación académica, culto y añorante de los tiempos de gloria del Imperio del Sol Naciente. Tan es así que se mostraba traumatizado por no haber podido combatir en la Segunda Guerra Mundial a causa de su mala salud.
El marino que perdió la gracia del mar cuenta la historia de un modesto navegante que se enamora de una viuda rica y decide dejar su actividad para estar junto a ella. Eso hace que el hijo de la mujer, un adolescente que al principio lo admira, termine por rechazar que él se convierta en su padre. Una novela hermosa que, como es habitual en la literatura japonesa –no en vano Mishima es un renovador de la misma–, cuenta lo que sucede con una frialdad, con una distancia, que puede chocar en la cultura occidental.
(Publicado en elcorreo.com)