El Madrid de los primeros años sesenta era una ciudad de enormes contrastes. Por una parte, la pobreza, el miedo y la falta de libertad de una amplia mayoría de la población. Por otra, el derroche, el glamur y el libertinaje de un grupo de actores y actrices de Hollywood que se instalaron en la capital de España para rodar superproducciones en los estudios de Samuel Bronston y a quienes se unieron toreros, algunos escritores y unos pocos aristócratas y burgueses ajenos a cuanto sucedía a su alrededor.
La última novela de Manuel Vicent se sitúa en ese escenario a través del personaje de David, un joven valenciano que llega a Madrid como aspirante a director de cine. El autor ha puesto en las escenas en las que el muchacho recuerda su infancia elementos de su propia vida, pero ahí termina el paralelismo. En cambio, muchas de las cosas que cuenta de la vida madrileña de esos años son absolutamente reales y están documentadas.
David se mueve tras la sombra de Ava Gardner, el mito cinematográfico y erótico por excelencia de esos años. La mujer inasequible cuyo rastro recorría la noche madrileña. Se mueve también tras la figura de Jarabo, el cachorro de la burguesía, exalumno del Pilar, vinculado familiarmente a importantes nombres del franquismo, que se dio una orgía de sangre y terminó en el garrote.
Como en todas las novelas de Vicent, el lector encontrará una mezcla de belleza y esperpento casi en cada escena. La recreación de la época es enormemente sensorial: se palpa y se huele la noche en Chicote y otros locales de moda en esos años. Y se percibe la estela de Ava, el mito y el drama.
(Publicado en elcorreo.com)