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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: ‘Nimrod’ de las ‘Variaciones Engima’ de Elgar

La semana próxima se cumplen 150 años de la muerte de Charles Dickens, un escritor cuya carrera transcurrió de forma paralela a la primera mitad de la era victoriana. Él es quien descubre la cara menos noble de la misma. Pero aquí hablamos de música y no de literatura, salvo que una y otra estén estrechamente ligadas y no es el caso. Pero si Dickens muestra la cara de la pobreza y la explotación, Elgar, que vive en la segunda parte de la era victoriana, escribe la música solemne de una etapa que cambió la vida del país. La última era de esplendor para el Reino Unido, en realidad, porque al acabar empezó a quedar claro que la hegemonía mundial había cruzado el Atlántico, como se vio con toda nitidez en la Primera Guerra Mundial.

Elgar es un músico que no gusta a muchos. Demasiado solemne, demasiado serio. De acuerdo. Pero en su obra también existe una vena lírica muy importante. Y una serenidad muy británica que lo aleja de los abismos de pasión de otros compositores y que puede hacer que parezca frío. No creo que lo sea. Es cuestión de carácter.

Las Variaciones Enigma figuran entre sus partituras más conocidas. Como se sabe, parten de una obra que no suena en ningún momento y cada una de ellas está dedicada a una persona de la que a veces solo se dan algunas pistas no fáciles de entender para quienes no formaban parte de su grupo de amigos. La más célebre de las variaciones es la titulada Nimrod, cuyo tono hace que sea utilizada con cierta frecuencia en funerales en Reino Unido. Al margen de ese uso que no sé si gustaría mucho al propio Elgar, el fragmento es muy hermoso, de una serenidad especial, como les decía. Seguro que les va a gustar esta versión de sir Colin Davis. Disfruten.