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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: ‘Tercera lección de tinieblas’ de Couperin

Couperin es uno de los grandes compositores de la etapa final del Barroco en Francia. Perteneció a una familia de músicos formada por varias generaciones y ramas, casi como los Bach. Nunca recibió clases fuera del hogar y su formación en otros ámbitos era deficiente. Se dice de él que la elegancia de su escritura musical contrasta vivamente con la torpeza de su expresión escrita.

Fue organista de la iglesia parisina de Saint-Gervais, un puesto que ocupó alguien de su familia durante prácticamente dos siglos. Como tuvo también el cargo de compositor de la corte, estaba obligado a escribir una obra semanal, a veces sacra pero en muchas ocasiones desvinculada de la religión. De ahí su gran catálogo de piezas para teclado, que se suma a una colección importante de obras de cámara y, por supuesto, religiosa.

Su estilo es de una elegancia genuinamente francesa. Porque eso es lo que caracteriza el barroco de ese país, frente a la sensualidad italiana y la profundidad del alemán. Hay un toque cortesano y algunos juegos, y seguramente eso explica su éxito mientras vivió. Otra cosa fue lo que sucedió tras su muerte: cayó pronto en el olvido. Bach apreciaba mucho su música y de alguna manera contribuyó a salvarlo. La obra para piano de Brahms le debe no poco a este compositor francés, pero el gran homenaje se lo hizo Ravel con su Pour le tombeau de Couperin.

Les dejo una obra sacra. Una de las Lecciones de Tinieblas, interpretada por dos voces bellísimas, las de Montserrat Figueras y María Cristina Kiehr, con Le Concert des Nations y Jordi Savall. Un elenco de lujo. Disfruten.