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César Coca

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Un libro cada semana: ‘La casa del padre’ de Karmele Jaio

Cuentan las crónicas que cuando Gustav Mahler, 41 años, se casó con Alma Schindler, de 22, le dejó muy claras algunas cosas. La más importante para lo que aquí nos interesa: que si bien ambos escribían música, en aquel matrimonio solo había sitio para un compositor. Y ese era él. No es que Ismael, el protagonista de esta novela de Karmele Jaio, le diga nada así a Jasone, pero en el fondo resulta de esa manera. Ambos escriben desde muy jóvenes, pero es Ismael quien sigue haciéndolo y su esposa se ha convertido en su mejor correctora de textos.

Jaio perfila a sus personajes a grandes rasgos: Ismael, vascoparlante, se ha mantenido alejado de la política pese a que a su alrededor han sucedido muchas cosas (ambos vivieron su juventud en la Transición, tiempo de protestas, conciencia política y terrorismo). Jasone, de origen castellano, ha vivido tal inmersión nacionalista que rechaza hasta su propio nombre (Asunción) y quiere desprenderse de palabras de su infancia, incluido un inverosímil ‘yayo’. Ella sí ha participado en movimientos sociales y políticos y escribía. Hasta que al casarse con Ismael lo dejó.

El punto de arranque de la novela es el impacto emocional que sufre la pareja, que tiene un par de hijas, a raíz de unas violaciones. Jasone necesita escribir sobre eso, sobre una violación, en primera persona, pese a que ella no ha sufrido nada así. Ismael, en cambio, está bloqueado. Y cuando se ve obligado a cuidar de su padre –su madre se ha caído y no puede hacerlo– aparecen algunos fantasmas del pasado. Al tiempo, descubre que su mujer escribe a escondidas, como si cometiera un delito.

La casa del padre cuenta más por lo que sugiere que por lo que narra de forma explícita. La novela habla de un reparto de roles en la familia que cada vez es más extraño pero que aún existe. Y de unas actitudes que, aunque no parecen de hoy, puede que aún se encuentren en más de un hogar. No es una cuestión de violencia, en absoluto. Es algo distinto. Algo que parece una actitud propia de una derecha arcaica pero se extiende también a una cierta izquierda que en lo social se creyó revolucionaria pero jamás lo fue.

(Publicado en elcorreo.com)