Se han escrito mil historias sobre Auschwitz y los campos de concentración nazis en general. Historias que hablan de horror y muerte, de heroísmo y locura, de lo incomprensible que se hizo real. También se han publicado otros con historias menores que igualmente se dieron. Con episodios que no tuvieron una gran trascendencia desde el punto de vista de lo que pasó en aquellas fábricas de muerte pero que reflejan cómo fue la vida en los barracones y los campos de trabajo.
La bibliotecaria de Auschwitz, ahora reeditado, es una de esas historias. Antonio G. Iturbe cuenta aquí la peripecia de una adolescente a quien encargan cuidar y administrar la pequeña biblioteca de un pabellón en el que, de forma semiclandestina, reúnen a los pequeños del campo para darles clase, como si estuvieran en la escuela. Dita arriesga su vida para salvar la decena escasa de libros con que cuentan y nunca se rinde, ni siquiera cuando el impulsor de esa escuela oculta lo hace, o parece que lo ha hecho. Son los libros los que le ofrecen, a ella y a los niños, una puerta abierta a los sueños, que son el único resquicio de libertad en un lugar así.
Iturbe maneja mucha documentación –hay datos sobre partidas de judíos o comunistas o ‘asociales’ que llegan al campo, sobre quiénes dirigían todo aquello– e introduce en su novela con papeles secundarios a personajes como Mengele. Con ello, refuerza la idea de verosimilitud de una novela en la que no abundan las escenas de gran dramatismo y sin embargo emociona.
(Publicado en elcorreo.com)