La música británica no tiene demasiados partidarios entre nosotros. Preferimos, de largo, la centroeuropea, la rusa, la francesa, la italiana, incluso la escandinava. El número de compositores de Reino Unido que se programa en nuestras orquestas y ciclos de cámara es reducido, y si pensamos que Haendel era en realidad un alemán convertido en ciudadano inglés aún se reduce más: Purcell (y más bien poco), Holst (solo una obra), Elgar… y para encontrar algún concierto con obras de otros (Delius, Bliss, Stanford, MacKenzie, Parry, Ireland, Walton, incluso Britten) hay que buscar mucho. Ralph Vaughan Williams está en este grupo de los compositores de una o dos obras que se programan de vez en cuando.
Y sin embargo su música tiene una gran nobleza. En cambio, no puede decirse que sea innovadora. Su habitual recurso a compositores del Renacimiento, de quienes toma melodías que trata a su manera, lo aleja de las vanguardias que ya en los años centrales de su período creativo habían revolucionado el ámbito de la composición. En la obra que hoy propongo, Vaughan Williams acude a Thomas Tallis, un gran compositor de música sacra del siglo XVI (a quien es dificilísimo escuchar por aquí en vivo) para realizar una pieza contenida y solemne. Una obra, aprovecho para decirlo, que ha dado bastante juego a algunos cineastas. Gonzalo Suárez la usó en Remando al viento, y Peter Weir en Master and Commander. Se la dejo en una interpretación de la Sinfónica de la BBC, dirigida por Andrew Davis, y filmada en la catedral de Gloucester, donde se estrenó en el año 1910. Disfruten.