Tengo aún por casa un viejo LP del sello EMI que tiene en una cara la Serenata para cuerdas de Chaikovski y en la otra la de Dvorák. Es una versión de la English Chamber Orchestra dirigida por Daniel Barenboim. Les diré que lo compré con uno de mis primeros sueldos interesado por la obra del ruso, pero eso me permitió descubrir la igualmente bella partitura del checo. Lo cierto es que hay unas cuantas coincidencias entre ellas, de manera que ese emparejamiento discográfico, que creo que es habitual, tiene bastante sentido.
De entrada, hay solo cinco años de diferencia entre ambas piezas. La de Dvorák es de 1875, la de Chaikovski, de 1880. Ambos vivían momentos felices en lo personal y las dos obras son música relativamente ligera y fácil comparada con otras piezas de sus respectivos catálogos. Además de eso, los dos compositores hacen música nacionalista con una fuerte dosis de romanticismo. Vayamos con la obra de Dvorák, escrita en cinco movimientos, cada uno de los cuales parece mostrar un estado de ánimo diferente.
No estoy seguro de que el vals, que es el segundo movimiento, sea el más célebre de la obra, pero es seguramente el más ligero, aquel en el que la música fluye con más naturalidad y con una extrema elegancia. Me parece que para este otoño denso y tumultuoso por tantas razones es una música adecuada. Disfruten.