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César Coca

Divergencias

Un libro cada semana: ‘Eichmann en Jerusalén’ de Hannah Arendt

Eichmann en Jerusalén se publicó en la primera parte de los sesenta pero su reedición permite recuperar este clásico, que es un texto fundamental para entender lo que fue el Holocausto y la responsabilidad de unos y otros, por acción y por omisión.
Un dato de contexto: Adolf Eichmann fue uno de los organizadores de la llamada Solución Final y tuvo un papel fundamental en lo relativo al transporte de grandes contingentes de judíos hacia los campos de exterminio. En 1960 fue capturado en Argentina –donde vivía oculto usando un nombre falso– por agentes del Mossad, que lo trasladaron a Israel, donde fue juzgado, condenado y ejecutado por crímenes contra la Humanidad y otros cargos. La operación causó un conflicto diplomático importante entre ambos países en el que la ONU dio la razón al Gobierno de Buenos Aires, considerando ilegal la actuación de Israel.

Arendt asistió a una parte de aquel juicio, publicó una serie de reportajes para revistas estadounidenses y más tarde completó este libro que lleva el significativo subtítulo de ‘Un estudio sobre la banalidad del mal’. Porque esa es la tesis principal: que quienes ejecutaron el más terrible genocidio de la Historia de la Humanidad no eran seres especialmente perversos, genios del mal, sino tipos corrientes que hicieron cosas terribles porque consideraban que era «su obligación» o «su trabajo».

El libro de Arendt tiene no pocos críticos y por supuesto muchas de sus conclusiones son discutibles –no así los datos que aporta, obtenidos de fuentes de toda fiabilidad–, pero su lectura es estremecedora. Por cómo gente como Eichmann pudo cometer tales tropelías asumiendo que la palabra de Hitler era la ley, sin poner en tela de juicio tal cosa en ningún momento. Y, también, por cómo los consejos judíos que existían por toda Europa, con la mejor de las intenciones –salvar al mayor número posible de personas– terminaron por convertirse en colaboradores del Holocausto. Más que los miembros de los ‘sonderkommandos’, que conseguían unos meses adicionales de vida haciendo de policías de los suyos.

Un dato que aporta Arendt es demoledor: los judíos que desoyeron las instrucciones de los consejos tuvieron una tasa de supervivencia mucho más alta que quienes las siguieron. Pero no culpemos a las víctimas. Eichmann en Jerusalén deja un regusto muy amargo a quien lo lee: el convencimiento de que podría volver a suceder.

 

(Publicado en elcorreo.com)