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César Coca

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Ningún fin de semana sin música: Sinfonía Nº 9 de Bruckner

La música propuesta para este fin de semana es un solo movimiento de una sinfonía, la Nº 9 de Bruckner, pero vale por una sinfonía completa. Por su duración, bien pasados los veinte minutos, y por su intensidad. Si Bruckner es un compositor siempre denso, concentrado y poderoso, en esta obra que fue su despedida -literal, murió sin haberla terminado- lo es aún más. Muchos la llaman Sinfonía del Adiós porque además hace referencias aquí y allá a piezas anteriores, como si su autor quisiera recapitular viéndose al borde de la muerte.

Bruckner es romanticismo llevado a sus últimas consecuencias. En lo formal, por sus grandes orquestaciones y la densidad sonora. En cuanto al contenido, por los temas intensos, dramáticos, complejos, por esas melodías cíclicas que se desarrollan hasta el infinito, llevando a la sinfonía lo que Wagner hizo en la ópera. Seguramente, este compositor de vida gris, que según sus biógrafos no conoció a mujer alguna -en el sentido bíblico- y que no disfrutó tampoco demasiado de los placeres de la vida vienesa de esa fértil segunda mitad del siglo XIX que le tocó en suerte, no es un plato para degustar todos los días. Pero si dispone de una hora o más de tranquilidad y puede cerrar la puerta de su habitación, dejar el móvil en otra estancia y olvidarse de cuanto pasa en el exterior, debe aprovechar para escuchar alguna de sus ciclópeas sinfonías. Yo les dejó aquí el último movimiento que escribió de la última sinfonía. La Nº 9. Con los apuntes que dejó, algunos autores han reconstruido un cuarto movimiento. Es una opción. Pero esta es la despedida real de la vida de Bruckner. Les propongo la versión de Simon Rattle con la Filarmónica de Berlín. Palabras mayores. Disfruten.