Desde que publicó Espía de Dios, a mediados de la pasada década, Juan Gómez-Jurado tiene una legión de seguidores que disfrutan leyendo sus thrillers de ritmo endiablado, tramas complejas y lenguaje cada vez más desinhibido. En Reina roja, el punto de partida es doble: por un lado, el hijo de la presidenta del primer banco europeo aparece asesinado en una casa de Madrid dotada de un sistema de seguridad que ni Fort Knox; por otro, la hija del hombre más rico del mundo, un gallego que tiene un imperio textil (a estas alturas, cualquier lector ha sonreído por el parecido razonable de ambos con dos personas que salen casi a diario en los periódicos), ha sido secuestrada.
La investigación de ambos casos lleva también un doble camino: un equipo al mando de un policía arrogante pero que tiene un índice de resolución de casos propio del Libro de los Récords; y una pareja singular formada por un agente bilbaíno, levantador de piedras y expedientado por una actuación digamos que no muy ortodoxa, y una mujer dotada de un cerebro extraordinario pero que al tiempo es intratable y exhibe un amplio catálogo de problemas psicológicos. Este segundo equipo opera en la sombra, sin que oficialmente se encargue del tema, y por supuesto –está en el canon del género– tiene una pésima relación con el primero.
Gómez-Jurado lleva al lector a la velocidad de la luz, sin dejar que se distraiga ni un segundo. Su lenguaje es cortante (frase de muy pocas palabras, a veces solo una; párrafos de una o dos líneas) y gráfico, como cuando explica la suciedad de un restaurante diciendo que está «a una cucaracha de que lo cierre Sanidad».
La diversión está garantizada. Ah, y un personaje secundario pero no menor es un periodista de sucesos que trabaja… en El Correo.
(Publicado en elcorreo.com)